domingo, 20 de enero de 2013

La historia del Valiente Jorge y Pptht


Erase una vez una ciudad llamada Silca, conocida en todo el reino como la ciudad de las flores, bueno así era,  hasta que un nefasto día llegó a un lago cercano a la ciudad, un dragón que era muy poco acostumbrado a bañarse, o sea, era terriblemente hediondo, tanto que le decían “Pptht” (léase como sonido de peo). Debido a esto las flores se pusieron mustias y los animales arrancaron a otra comarca, por lo que los niños ya no tenían leche y ya nadie podía hacerse sándwich de queso, porque el queso sale de la leche y la leche sale de las vacas y todas las vacas se habían ido, arrancándose del terrible olor de Pptht.
El Rey de Silca, preocupado por esta situación, mandó llamar a su chambelán y le dijo: “Estoy muy preocupado por esta situación. Algo tenemos que hacer, porque hasta mi esposa huele a Pptht”.
A lo que el chambelán le respondió: “Parece que el pueblo ha estado discutiendo qué hacer con Pptht, y han llegado a una resolución”.
“¡Ah, qué bien! – dijo el Rey – Manda a llamar al Representante del Pueblo.”
Entonces el Chambelán se acerco a la puerta y gritó: “¡Que venga el Representante del Pueblo!”
Vino éste corriendo, se inclinó ante el Rey, y dijo: “Su Majestad, ¡Usted huele a Pptht! ¿Qué necesita de mi?”
El Rey le contestó enojado: “¡Claro que huelo a Pptht! ¡Tú también hueles a Pptht! ¡Y es que todo el pueblo huele a Pptht! Por eso te he llamado. Me dice mi chambelán que en el pueblo han tomado una resolución.”
“Así es”, dijo el Representante del Pueblo, “Hemos decidido sacrificar a un habitante del pueblo y dárselo a Pptht, para que se lo coma y ojalá se vaya. Para eso hemos hecho una tómbola donde hemos puesto los nombres de todos en papelitos, de manera de sortear la víctima de Pptht.”
Entonces el Rey alzando sus manos respondió: “¡Qué gran idea! ¡Maravillosa idea! No se cómo no se me ocurrió antes. Hay que condecorar al genio al que se le ocurrió. Y, ¿Quién salió sorteado?
El Representante del Pueblo respondió: “Cuatropea Cunegunda, su hija”
“¡Pero qué estúpida idea! – El Rey se apresuró en decir – ¡Cómo se les ocurre sortear la vida humana! Deberían colgar a aquel tonto al que se le ocurrió tamaña idea. Hay que pasar al plan B”
“Lo siento, su Majestad – dijo el Representante del Pueblo – pero no hay un plan B, y el pueblo ha decidido que si usted se niega, lo entregaremos a usted mismo a Pptht”.
El Rey respondió rápidamente: “Tienes razón, mi hija tendrá que sacrificarse valientemente por el bien de su pueblo…”
El Representante del Pueblo dijo: “Muy bien, en cinco minutos vendremos a buscarla. Adiós.”
Una vez retirado el Representante del Pueblo, el chambelán hizo una reverencia y se despidió. El Rey se quedó solo y comenzó a lamentarse dolorosamente por su desgracia. (¡¡¡Oh!!! Bueno…). Llamó a su hija, “¡Cuatropea Cunegunda! Ven acá.”
Cuatropea Cunegunda vino corriendo, como buena hija, donde su padre. “¿Qué quieres, padre?”
Y él, confundido y desesperado, sólo atinó a decir “¡¡Pptht!!” (con gestos de desesperación).
“¿Qué pasa padre – dijo Cuatropea – te sientes muy mal? ¿Comiste algo malo? ¿Te preparo una agüita de manzanilla?
El Rey, un poco enojado, le contestó: “¡No, hija! Lo que quiero decir es que el pueblo ha decidido por sorteo entregarte al dragón Pptht para que te coma y se vaya, y si yo no lo permito… ocurrirá una desgracia.” (Mirando hacia otro lado como para ocultar la mirada culpable).
Cuatropea, entregada a su terrible destino, dijo: “Oh, padre, no llores por mi. Estoy dispuesta a sacrificarme a Pptht, por el bien de mi pueblo.”
El Rey abrazó cálidamente a su hija y le dijo: “Cuatropeita, hija, que valiente eres. Quisiera ser como tú…” (Ella lo mira un poco confundida). En ese momento, entró el Representante del Pueblo y dijo “Oh, bella Cuatropea Cunegunda, ha llegado el momento de Pptht.” Y se la llevó del brazo. (Ella adopta pose trágica por el resto de la obra).
El Rey se fue llorando, diciendo “Oh, mi Cuatropea Cunegunda…”

b  d

Iba el valiente Jorge cabalgando por los prados mustios de Silca, preguntándose cual era la causa de aquel terrible olor, cuando se encontró frente a la presencia de la bella princesa, Cuatropea, amarrada a una roca, quien con dulces lamentos lloraba su destino. Extrañado, se acercó, diciendo “Oh, tu, ella, la bella doncella, ¿has comido queso rancio o algo?”
Ella, ofendida, le dijo “¡No! Este terrible olor es causado por Pptht”.
Un poco sorprendido por aquella respuesta, el Valiente Jorge dijo “No, si eso está claro. ¿Te sientes muy mal del estomago, que lloras de esa manera?”
Cuatropea Cunegunda, aun más ofendida, le contestó: “¡No, tonto! Pptht se llama el dragón que tiene aterrorizado y hediondo a todo el pueblo, y a mi me han dejado aquí amarrada con la esperanza de que, después de comerme, Pptht se vaya.”
Entristecido por el trágico destino de Cuatropea, el Valiente Jorge le dijo: “Qué triste destino, para tan bella doncella. ¿Por qué tu pueblo te trata tan mal?”
Cuatropea le contesto tristemente: “¡Solo quiero morir para dejar de oler a Pptht!”
El Valiente Jorge le dijo valientemente: “Entonces te dejo morir en paz”, y comenzó a irse. Pero, pensándolo mejor, decidió ser aún más valiente; volvió donde Cuatropea, que lo miraba con cara desconsolada y un poco incrédula, y le dijo: “O pensándolo mejor… ¡Podría matar al dragón!”.
Y entonces el Valiente Jorge desmontó su caballo y desató a Cuatropea Cunegunda. Entonces ella se paro y le gritó: “¡Huye valientemente, gallardo caballero! ¡Huye mientras puedas, o si no Pptht te hará pptht!”
Entonces el Valiente Jorge desenvainó su espada justo cuando hizo su aparición el terrible monstruo Pptht, entre terribles y feroces rugidos (¡¡¡PPTHT!!!).
Cuatropea, viendo (o mejor dicho oliendo) al terrible dragón, dijo “¡Oh!, pobre caballero, que pronto lo harán pptht”.
Jorge, después de mostrar toda su habilidad con la espada, corrió hacia Pptht y lo mató. En ese momento, Pptht dio su ultimo rugido (Ppththhh…), y ese rugido iba cargado de toda la hedionda malicia del monstruo, por lo que el Valiente Jorge se desmayó en los brazos de Cuatropea.

b  d

Después de todo eso, se hizo una gran fiesta para celebrar la gran hazaña del Valiente Jorge, ¡y estuvieron todos invitados!
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Escrito por Anibal Concha

1 comentario:

  1. Entonces el Chambelán se acerco a la puerta y gritó: “¡Que venga el Representante del Pueblo!”

    Que hacer, la profundidad del guion es enternecedora.

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